Asesinos del Ocaso (Diario de Zareba)

Cae la noche en el Bosque del Ocaso, y el aire se llena de siniestros sonidos que hielan la sangre, pues el bosque posee sus propios y terroríficos secretos...

Seguí las pistas desde Villa Oscura, lugar donde solicité permiso para consultar los polvorientos archivos del Concejo. Allí, perdidos en el tiempo y con letra casi ilegible, garrapateados sobre libros mohosos con olor a caca de ratón y a podredumbre, encontré lo que buscaba.

Y aquí estoy, acechando a estas horrendas criaturas como lo haría un criminal, espiando y esperando. La ira me hace estremecer desde mi frío y húmedo escondite cuando los veo aparecer. Sus lúgubres aullidos a la mortecina luz de la luna son para mí una espina clavada en el corazón, un manatial de odio que anhela desatarse como la ira justiciera de un enviado de antiquísimos dioses, un deseo de matar tan grande que, de no ser porque todavía me queda algo de frío entendimiento, hace tiempo habría irrumpido en su miserable poblado y hubiera derramado su corrupta sangre, para después caer entre sus fauces inmisericordes..

Pues esas fauces fueron las que destrozaron a mi familia por completo y se alimentaron con su carne. Esas garras destruyeron mi infancia y mi futuro. Las fauces de los Ferocanis, los hombres-lobo maldecidos por toda la eternidad. Los asesinos del Bosque del Ocaso, de cuyas garras fui rescatada por los Báldrek hace ya tanto tiempo, que ni siquiera me acuerdo, salvo en febriles pesadillas soterradas en las nieblas del sueño.

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