Rumores (Diario de Grumnkko)

- Estribaciones meridionales de Sierra Espolón -

El viento trae noticias interesantes, incluso entre las montañas. Un nuevo caudillo se alza en Vallefresno, una nueva fuerza orca que vuelve a los caminos de antaño, a la senda de la guerra y el honor para el pueblo orco. He visto y oído muchas cosas estos días entre los viajeros de Sierra Espolón y todos los rumores apuntan en la misma dirección: el Puesto del Hachazo.

Quizá sea una buena idea acercarse allí para mirar y comprobar que todos esos rumores son ciertos y que todavía hay un lugar para el valor en el corazón de los orcos.

Terror en Trabalomas (Diario de Gnaamesh)

Intrigado por la presencia de los invasores humanos en el Bosque de Argénteos, decidí acercarme hasta la región circundante a Trabalomas. No fue nada fácil esquivar a los malditos magos de Dalaran que se dedican a vigilar el camino principal, aunque fue divertido. Al menos uno de ellos, un mozalbete inexperto que mandaron a buscar hierbas por el bosque, no regresará nunca a su campamento base. Es curioso cómo la carne de un joven mago responde ante un hechizo de corrupción. Quizá tengamos aquí una nueva línea de investigación a seguir en el futuro...

En cuanto a Trabalomas, mis sondeos mágicos me han revelado que la población como tal no parece haber estado involucrada en la invasión del bosque, pues se trata de simples campesinos dedicados al cultivo de la vid, aunque quizá sus magistrados sí lo supieran. De nuevo, mi presencia no pasó inadvertida y tuve que escabullirme entre los campos, llegando hasta Tarren.

Creo que me quedaré una temporada por aquí, pues esto promete ser divertido. No veo la hora de comenzar a sembrar el terror a Trabalomas...

Guardia nocturna (Diario de Zareba)


La noche se cierne sobre el Bosque del Ocaso. Es una noche llena de sonidos, pues la maldad de este lugar lo impregna todo. Una maldad que conozco demasiado bien..
Me toca turno de guardia a la entrada de la cueva donde hemos instalado nuestro campamento, pues el Alguacil de Villa Oscura no nos ha permitido pernoctar en las proximidades del pueblo. Ha habido un momento de tensión cuando nuestro Comandante y él se han enfrentado a cuenta de este asunto para luego marcharnos de las inmediaciones de la población e instalarnos aquí, en las profundidades del propio bosque.

A lo lejos aullan los lobos, aunque en mi fuero interno sé que no son lobos precisamente lo que rompe el silencio de la noche en el Bosque del Ocaso.

Me pregunto si el fuego que encendió la Capitana Mïa será suficiente para mantenerlos a raya si deciden atacarnos.

Tholaya tiene dudas (Diario de Tholaya)

Recorrer la región de Los Humedales es una experiencia altamente satisfactoria para la inquieta mente de un gnomo, así que, tras un breve viaje a Forjaz para comprar provisiones, regresé aquí con la intención de proseguir con mis investigaciones y mis dibujos de la fauna y flora local, tan curiosas como abundantes.

Me aventuré en las marismas circundantes, con la esperanza de poder estudiar a los múrlocs de la costa, tan similares por otra parte a sus primos de otras regiones de Azeroth, pero ligeramente más fieros según tengo entendido. Estos seres anfibios son los causantes de los naufragios de bastantes de las embarcaciones que se hunden cerca de Puerto Menethil y pensé que era importante estudiarlos en su ambiente.

Así pues, me dirigí a la costa y estuve espiando algunos de sus primitivos poblados. Mi sorpresa fué mayúscula al encontrar un barco varado en las rocas, abandonado a la podredumbre y la acción de los elementos.

Y aquí estoy ahora, observando el navío y decidiendo si es seguro o no introducirse en sus entrañas y averiguar si todavía se puede recuperar el cuaderno de bitácora o alguna parte de su cargamento. Pero claro, eso significaría dejar mis investigaciones sobre los múrlocs a medias. ¡ Vaya un dilema !

Libertad (Diario de Grumnkko)

Libertad. Es sentir el aire seco azotando mi rostro y poder ir adonde me plazca, sentir el frío de la noche y la luz del amanecer sobre las altas montañas. Es notar la tierra firme sobre mis pies y recorrer la llanura detrás de los rebaños de kodos, siempre en movimiento, durmiendo cada día en un lugar diferente, bajo el cielo cubierto de estrella o iluminado por la luna.

Los orcos deben ser libres, pero la libertad de nuestros ancestros, ganada con honor en largos campos de batalla ha venido a menos. En las ciudades, los jóvenes orcos engordan en las tabernas y burdeles, lejos de los ideales que nos marcaron como raza en exilio. Cada vez más de los nuestros viven como los goblins, sin el honor de la batalla bien ganada, encandilados por el perfume y el lujo de la civilización, lejos de las enseñanzas de nuestros antepasados. Las ciudades se llenan de orcos que viven como los humanos, ajenos al ardor guerrero que debería correr por sus venas.

Por eso vivo como un nómada, para evitar quedarme estancado en una existencia sin sentido para los orcos, porque creo que, algún día, un nuevo jefe alzará el estandarte y volveremos a ser dignos de empuñar las armas para rendirles el honor que se merecen, en vez de estar arrinconadas en un rincón cogiendo polvo y herrumbre. Un día, los orcos retomarán su senda, y descubrirán que son libres.

Cazarratas (Diario de Morgrimm)

Mi primer destino como paladín defensor ha sido la región de Loch Modan. Al parecer, los mineros de la zona están teniendo un problema de infestación de kóbolds. Las muy repelentes criaturas están apropiándose de los túneles y galerías principales, arruinando cualquier esfuerzo de extraer minerales. Así pues, me dedicaré a cazarlos a cambio de manutención y alojamiento en la posada local.

Se que no es precisamente un trabajo que vaya a proporcionar gloria a espuertas, pero es todo lo más a lo que puede llegar un aspirante a caballero enano, al menos hasta que me haga un nombre haciendo gestas y deshaciendo entuertos.

La mano del mal (Diario de Gnaamesh)

Nunca he sentido mucha simpatía por los patéticos ferocanis de la aldea Piroleña. Ni hombres ni bestias, su existencia es una contínua muestra de lo que es vivir una vida incompleta, siempre sujetos al vaivén de la mutación con los ciclos solares.
Sin embargo, cuando la columna de soldados se detuvo en el cruce de caminos frente a Piroleña, supe que el enemigo había venido a desafiarlos en nuestras propias tierras. Procedentes con toda seguridad de la cercana Trabalomas o, más probablemente, del muelle de Costasur, su imparable avance no pasó inadvertido a los innumerables agentes de Lady Sylvanas en el bosque, acechantes como de costumbre. Quizá era eso lo que los soldados de la maldita Alianza pretendían: hacernos saber de su presencia y  hacer ostentacion de su malhadado poderío...

 Mis artes oscuras me sirvieron bien en esta ocasion, proporcionándome una buena cobertura y desde mi seguro escondite en la maleza pude ver cómo formaban delante de su patético comandante, dispuestos a esperar órdenes. A pesar de que no pódía acercarme lo suficiente como para poder oir lo que decían, sus gestos eran inequívocos y marcaban claramente a la aldea como objetivo. Así que era eso..

En cuanto acamparon en el bosque, supe que debíamos darles algo en lo que pensar cuando retornaran a sus hogares, una advertencia tan espantosa que se les quitasen las ganas de venir a hollar nuestro suelo con sus botas de cota de mallas y sus penosos estandartes. Así que avisé a los ferocanis de las montañas de que sus hermanos de sangre estaban a punto de ser atacados por una avanzadilla de la mil veces odiada Alianza. Fue muy sencillo para mí conseguir que sus débiles mentes respondieran a la provocación. ¡ Ah, la sed de sangre es tan manipulable... !

Los hombres lobo partieron rumbo a la aldea, veloces y crueles como el viento del invierno, llevando con ellos un mensaje de muerte y carnicería para los hombres.

"Bien, bien..."- me dije a mi mismo- "Veamos cómo os defendéis ahora, queridos invasores"

Y después, partí a buscar un buen lugar desde el que no perderme el espectáculo.

Campaña en Argénteos (Diario de Zareba)

Tras los entrenamientos previos, nos desplazamos hasta Costasur, lugar desde el cual iniciamos una marcha hasta el Bosque de los Argénteos. Las órdenes eran alto secreto y serían desveladas por los capitanes en el momento y el lugar oportunos.

La zona está en franca disputa. Recientemente, ha habido enfrentamientos entre las fuerzas combinadas de la Alianza y la Horda, especialmente los Renegados no-muertos de Sylvanas. Tras la toma de contacto con un grupo de magos de Dalaran en la villa abandonada de Molino Ámbar, montamos nuestro campamento cerca del suyo y nos dispusimos a realizar las maniobras de entrenamiento.

Llegado el momento, el Comandante nos explicó la situación y nos dió las instrucciones de la misión. Nuestro objetivo iba a ser la aldea Piroleña, un lugar infestado de ferocanis. debíamos penetrar en el pueblo y realizar un ataque preventivo en esa zona. Una entrada y una salida relámpago.

Al principio, todo fue bien. Entramos en la empalizada como el agua de un torrente montañés, mas luego las cosas se torcieron malamente. Los malditos ferocanis nos tendieron una trampa. Acantonados en la plaza del pueblo, montamos nuestra defensa lo mejor posible, formando en cuadro tal y como habíamos hecho tantas otras veces. Pero ahora, el enemigo era real. Cuando los hombres lobo cargaron contra nosotros, todo se volvió confuso. Los hombres caían y gritaban, las bestias rugían y las espadas se teñían de la roja sangre de bestias y aliados. Mi odio por los ferocanis se desató en una tormenta de acero, mientras mi arma hendía cuerpos y segaba gargantas lupinas. Recibí un feo golpe en el hombro que me derríbó, y hubiese muerto ese día de no haber intervenido la segunda fila de soldados.

Aun no se por qué, pero en un determinado momento las bestias malditas se cedieron terreno y pudimos alcanzar la salida del pueblo antes de que nos hiciesen pedazos. Siempre recordaré sus aullidos en el pinar, la sangre corriendo por mi rostro y los camaradas heridos que jadeaban con cada paso.

Nos reagrupamos como pudimos en el campamento de los magos y nos dispersamos en patrullas, buscando alcanzar Costasur a cualquier precio. Fue un viaje penoso a través del Lago Lordamere, en el que el Teniente Jenas fue herido por muchas flechas lanzadas por los siervos de la Plaga, alertados de nuestra presencia en sus tierras. Cuando por fín alcanzamos la villa, era de noche y estábamos cansados y heridos, pero también vivos. Vivos para seguir luchando otro día mas bajo el estandarte de las Espadas de Wrynn.

Instrucción (Diario de Zareba)


Incorporarme a filas ha supuesto retomar viejos hábitos, como la instrucción básica militar. El enemigo no espera ni concede clemencia en el campo de batalla y hemos de estar listos para combatir en cualquier instante. Dado que me he reincorporado hace poco, tengo que pasar el periodo obligatorio de instrucción en el patio de armas del Centro de Mando, como tantos otros nuevos reclutas.
Me ha llamado la atención que muchos de los nuevos reclutas somos mujeres, ya sea humanas, elfas de la noche o draeneis. El por qué ocurre esto tiene una buena explicación: en muchos casos, han perdido a sus hombres en tierras lejanas, a manos del enemigo. Me ha llamado la atención ver a Lucylda, una jovencísima recluta que conocí frente al Cerdo Borracho, aunque ella probablemente no se acuerde de mí.

Yo sí que recuerdo bien el nudo en el estómago que se me hizo aquel día, cuando una desesperada y joven ama de casa pedía a gritos que alguien la llevara Rasganorte para reunirse con su esposo, desaparecido en el Lejano Norte. Ese día recibió muchos consejos, especialmente de aquellos que la instaban a olvidarse de embarcarse en semejante travesía. Creo recordar también haber visto brillar las lágrimas de la impotencia en sus hermosos ojos al descubrir la titánica dificultad de la empresa que se proponía realizar.

Ahora se está entrenando para servir al ejército y, quizá, llegar hasta allí. Espero de todo corazón que tenga mucha suerte.

Fin de entrenamiento (Diario de Morgrimm)

Mi querida niña Zareba:

He concluido mi entrenamiento y ahora debo comenzar otro capítulo. Las viejas montañas de Dun Morogh han moldeado mi carácter como el yunque moldea el hierro en la forja bajo la experta mirada del artífice, maestro artesano en su oficio. Estoy listo y dispuesto a empezar mi andadura como Escudero de Forjaz, aspirante a defensor del Reino Enano Bajo la Montaña. Bromos Grummer, instructor de Paladines de Yunquemar, me envía ahora a la capital para proseguir mi adiestramiento y debo partir de inmediato. Tengo ganas de verte, pero me temo que tendré que posponer mi viaje a Ventormenta para más adelante.

Que la Luz de guíe, dondequiera que estés.

Morgrimm Báldrek

Colores para llevar con orgullo (Diario de Zareba)

La ciudad de Ventormenta me recibió con las claras luces del atardecer. Estaba cansada de tanto cabalgar en el grifo y aterida por el frío de las altas cumbres nevadas de Dun Morogh, pero por fin me encontraba en la que considero mi ciudad natal..

Volví a presentarme ante el Comandante de las Espadas, dispuesta a reencontrarme con mi pasado. Un escudero me hizo saber que en esos momentos no se encontraba en la ciudad y que dejase una carta de ingreso. Esperé pacientemente, alojándome en La Rosa Áurea como antaño hiciera tantas veces. Estaba cansada de huir de mí misma y ya no me importaba que me rechazaran por haber dejado el cuerpo. Tenía que intentarlo y, si así debía ser, partiría con la cabeza muy alta...

Sin embargo, mis temores fueron infundados y fui recibida con la mayor de las alegrías por mis antiguos camaradas de armas, sorprendidos por el inesperado regreso. Hubo formalidades y abrazos y de nuevo sentí ese vínculo especial que había sentido anteriormente entre la soldadesca y con los mandos.

Las instalaciones de las Espadas de Wrynn han vuelto a ser mi hogar. De nuevo luzco el emblema, dos espadas de plata cruzadas sobre fondo azur con ribete de oro. Colores que llevaré con orgullo. Colores que no destiñen.

Regreso (Diario de Zareba)

Tras varias semanas haciendo diversas labores en Theramore, retorno a Ventormenta. Tengo ganas de volver a ver la ciudad blanca, con sus gallardetes ondeando al viento del atardecer, de pasear por sus avenidas y comercios, y de reencontrarme con todo aquello que dejé atrás, tanto lo bueno como lo malo.

Como dice el viejo dicho enano "Si no quitas el calzo, no se cerrará nunca la puerta"

Aullidos en la noche (Diario de Morgrimm)

Los lobos me estuvieron rastrando durante todo el día, vigilando todos mis movimientos desde bien lejos, esperando el momento propicio para atacar. No tenían prisa y estaban en su elemento, así que no se acercaron demasiado a mi campamento, ya que todavía temen a los enanos que deambulan por las montañas, aunque estén solos como era mi caso.

Las bestias atacaron durante la noche. Soplaba el viento helado a través del valle y yo me las ingeniaba para mantener el fuego encendido a pesar de todo, cuando ví un destello en la oscuridad. Eran unos ojos amarillos y crueles que me observaban desde la oscuridad fuera del protector círculo de la luz de mi hoguera. Me estaban rodeando y ni me había dado cuenta de su presencia, tan ocupado estaba en mantener la lumbre.

Rápidamente así mi martillo de guerra y me puse de espaldas al fuego, plantando bien los pies en el suelo, esperando la embestida de los lobos. Sin mostrar ningún temor, se abalanzaron sobre mí, con los dientes destellando a la trémula luz del mortecino fuego que se iba apagando poco a poco debido a la ventisca. Podía ver sus ojos deseosos de sangre mientras intentaban acertarme con su fieras dentelladas. El mazo subía y bajaba, partiendo huesos y tiñendose de la sangre de los lobos a medida que los iba alcanzando. Este enano iba a vender muy cara su vida...

Conté al menos tres bajas hasta que los lobos se retiraron a las lóbregas profundidades de la noche sin luna. Aterido y asustado, avivé de nuevo las llamas de la hoguera y esperé su regreso, pero la jauría no volvió a aparecer.

Al amanecer, busqué los cuerpos. Efectivamente, había abatido a tres de ellos y un cuarto debía hallarse muy malherido, de eso estoy seguro. Con mi cuchillo de caza desollé sus cadáveres y corté buenas tajadas de su carne para darme un banquete de filetes de lobo a la brasa.

Irónicamente, el cazador se había convertido en presa y la presa en cazador.