Espadas herrumbrosas (Diario de Zareba)

El puerto de Ventormenta bulle de actividad con la llegada de los navíos procedentes de las regiones meridionales del continente, cargados de todo tipo de mercancías para los mercados de esta gran ciudad. El sonido de las grúas y las voces de los estibadores, junto con la algarabía de los marineros que bajan a tierra para divertirse en las tabernas locales me llena de recuerdos, buenos y malos.

En este mismo puerto, un par de dársenas más allá, el Comandante Serafín hizo una de sus más famosas arengas cuando partimos hacia las tierras de los elfos para combatir a los orcos que amenazaban sus queridos bosques, hace ya casi una eternidad. Si miro en aquella dirección, casi puedo imaginar a las Espadas de Wrynn en formación, mientras se ultimaban los preparativos para la travesía. Nadie preveía que aquella iba a ser la última campaña que iban a realizar juntos, que algunos de ellos jamás retornarían de las bellas florestas de Vallefresno y que a su retorno serían tratados como enemigos de la Corona y dispersados, bajo pena de cárcel.

A menudo me pregunto qué habrá sido del resto de las Espadas, si seguirán en la brecha o habrán alcanzado la gloria reservada a los valientes. Son tiempos pasados, olvidados por una Ventormenta capaz de sacrificar a sus hijos en aras del bien supremo, renegando de su pasado y mirando sólamente hacia adelante, a su incierto futuro, mientras sus héroes son dejados de lado, aparcados como esas viejas espadas que, abandonadas en un rincón, languidecen cubiertas de herrumbre, soñando con tiempos en los que su obediente filo servía con honor y diligencia a su señor.

Mas son tiempos difíciles, y yo también debo velar por mis intereses. Creo que tengo unas monedas en mis calzones, suficientes como para adquirir una espada barata y volver a ganarme la vida de forma honorable.

No hay comentarios:

Publicar un comentario