Regreso (Diario de Gnaamesh)

Seguridad. Esa es la palabra que me viene a la mente cuando evoco mi Sancta Sanctorum, mi laboratorio privado, mi refugio.

Aquí reposan todo tipo de libros recogidos y recuperados a lo largo del tiempo por mís propias manos. Hay arcanos grimorios, decrépitos tomos prohibidos y fuentes de saberes tan antiguos como el mismo tiempo, alternados con modernos manuales de alquimia y recopilaciones de relatos y leyendas de todo Azeroth. Este lugar, con su olor a cerrado, a viejos pergaminos y a cera de vela es mi refugio, mi lugar secreto.

La construcción del laboratorio subterráneo y de la cámara de invocacíones comenzará pronto. Debo hallar a los obreros capacitados para ello entre la chusma goblinoide que ha desembarcado en estas tierras. Gente laboriososa y prescindible llegado el momento.

El Brujo de Argénteos ha vuelto.

Un intermedio (La Saga de Grumnkko)

Después de servir con honor al Jefe de Guerra en los bosques de los elfos, la compañia de los Chicos de Vallefresno se dividió y cada uno tiramos para un lado, en busca de otras luchas y otros intereses. Así, me quedé unos días por allí, a ver qué se podía hacer y sin estar muy seguro de mis siguientes pasos.

Incluso recibí la invitación para alistarme en un barco de vapor comandado por goblins. El capitán, un goblin especialmente charlatán, parecía dispuesto a reclutar a cualquiera que pudiera blandir un alfanje, tal era su dedicación y afán. Rechacé la oferta porque nunca me ha gustado demasiado el mar. Una vez estuve en las Islas del Eco y no lo recuerdo precisamente como un viaje de placer.

Al final, he decidido retornar al sur una temporada, a disfrutar de las ganancias y a volver a comerciar con pieles. Necesito un descanso. Debe ser cosa de estos bosques llenos de orejas largas..

Sentimientos (Diario de Zareba)

Una tumba anónima y perdida en el bosque es todo lo que queda de mi linaje humano. Eso y la herrumbrosa espada que presuntamente perteneció a mi padre y que guardo entre mis pertenencias más preciadas, a pesar de ser un arma corriente y sin valor. Esgrimirla me causa una gran tristeza...

Todo lo demás, incluidos los recuerdos, se lo llevaron los licántropos del Bosque del Ocaso hace demasiado tiempo y poco importa ya. Recibí una vida y una educación con los Báldrek y eso es lo que importa ahora.

Sin embargo, he de admitir que la sóla presencia de los Huarguen, los hombres-lobo venidos del reino de Gilneas y aliados con Ventormenta, me llena de una profunda repugnancia. Pasean sus miserables existencias entre nuestra gente y por nuestras calles como si fuera lo más corriente, como si su mal no estuviese presente, incluso presumiendo de su parte animal delante de los "simples humanos".

Se que en el ejército, muchos de ellos están sirviendo con valor y devoción dignas del mejor de los soldados humanos, y que incluso entre las Espadas hay algunos de ellos, pero no consigo quitarme de encima esa extraña sensación de repulsión cuando noto su presencia cerca.

En fin, debo regresar a Ventormenta y coger el primer barco a Theramore. El permiso se acaba y debo retornar a mi puesto me gusten o no los Huargen. Quizá algún día me libre de este sentimiento, pero hoy no tiene pinta de ser ese día.

Quizá mañana...

Antes de que llegue la noche (Diario de Morgrimm)

Stromgarde. Antes era una gloriosa fortaleza, pero hoy es el hogar de maleantes y sabandijas de la peor especie. Bajo sus carcomidos muros se refugian los buitres que asolan esta tierra y se alimentan de los restos de lo que antaño fue un orgulloso y próspero reino.

Me dirijo, cruzando las colinas de Arathi, hacia el Refugio de la Zaga, lugar en donde quiero pasar la noche. Me gustaría llegar hasta allí antes de que la oscuridad me alcance en estos desolados parajes, pues criaturas no-muertas recorren estos mismos caminos bajo la tenue luz de la luna y dan caza sin piedad alguna a los vivos que tienen la desgracia de aventurarse más de lo debido en sus dominios. Mi carnero de monta golpea inquieto con sus pezuñas sobre las piedras de la vieja calzada. Quiere marcharse, y no lo culpo. Este no es lugar para detenerse. Debo proseguir, antes de que llegue la noche.

La cueva (La saga de Grumnkko)

El corazón del bosque guarda celosamente sus secretos, algunos de ellos siniestros. Mis exploraciones me llevaron por un estrecho sendero que antes no había visto, a pesar de haber pasado por las cercanías bastantes veces en nuestras misiones por Vallefresno tras la vanguardia de los elfos. Al acercarme, descubrí que la senda había sido reabierta recientemente por el paso de alguna criatura de tamaño grande y decidí seguirla.

El camino serpenteaba entre los antiguos árboles, entrando en zonas de perpetua penumbra en las que anidaban aquerosas arañas del tamaño de  un puño. Esta zona del bosque era desconocida para mí y, por lo que parecía, muy antigua. Temiendo una emboscada por parte de los druidas élficos, avancé sigilosamente y medio agachado, con el cuchillo listo para la acción. El sendero me condujo poco a poco hasta un claro entre los árboles, en el cual ví la entrada a un antiguo mausoleo excavado en la roca. El barro alrededor de la entrada mostraba impresas huellas de cascos hendidos de una criatura que había merodeado por allí hacía bastante poco. Conozco las huellas de todo tipo de animales, incluso de seres como driadas o centauros, pero estas eran diferentes a cualesquiera que yo hubiera visto.

De pronto, un lamento largo y siniestro surgió de las profundidades de la tierra, un aullido ultraterreno que tuvo el mismo efecto que un latigazo sobre mis espaldas. Rápidamente y sin pensarlo dos veces, agarré a Grot por la collera y los dos emprendimos el camino de regreso corriendo.

Aun hoy, ignoro qué habia en la cueva, pero creo que era algún tipo de demonio. Nunca nos liberaremos de su sombra. Este es el destino de los orcos en Azeroth.

Días de permiso (Diario de Zareba)

Tras nuestra misión en Los Baldíos, nos concedieron unos días de permiso, concretamente una semana, así que aproveché la ocasión para visitar a mis padres adoptivos en Forjaz. Hacía mucho que no venía por aquí y no sabía qué recibimiento iba a tener después de tantas ausencias y repetidos rechazos a sus invitaciones.

El clan Báldrek sigue siendo considerado una familia de excéntricos para los cánones enanos, sobre todo por haber vivido tanto tiempo entre los humanos de Ventormenta o , como dicen por aquí, "por vivir sin un techo protector encima de sus cabezas". Y la presencia de una hijastra humana no contribuye a favorecer precisamente las cosas..

Aun así, fueron días muy emotivos para todos. He comido estofado de Forjaz y bebido cerveza negra enana casi hasta reventar, y he aprovechado para recuperar todo el tiempo perdido lejos de lo que ahora considero mi verdadero y genuino hogar, por mucho que a algún barbudo huraño le parezca mal. No se puede tener contento a todo el mundo..

Victoria en los Baldíos (Diario de Zareba)

Acantonados en el fuerte Triunfo en los Baldíos del Sur, a lo largo de varios días efectuamos diversas maniobras relámpago con el fin de dificultar las labores de las máquinas de asedio del enemigo. El éxito de estas sucesivas tentativas de sabotaje no impidió que las fuerzas de la Horda  empujaran a nuestro ejército a retroceder ante su imparable avance.

Hoy, en medio de este campo de batalla, nuestros esfuerzos han sido recompensados. Tres torres de asedio orcas han sido literalmente barridas del mapa por el ejército aliado y se ha vuelto a establecer la línea del frente más al sureste, permitiendo de nuevo un paso libre entre Theramore y este lugar.

Algunos escribas de Lady Jaina recorren el campo de batalla, tomando anotaciones y trazando mapas. No me cabe la menor duda de que las acciones de hoy seguramente serán recordadas en los libros de historia como un ejemplo de la toma de posiciones fortificadas, pero de lo que no hablarán esos libros es de todos los que cayeron hoy en este lugar.

Nadie nombrará a los muertos ni a los heridos de ambos bandos dispersos por todo el terreno. Seguramente todos lucharon con valor, fueran cuales fueran sus intenciones, mas sus nombres, en caso de conocerse más allá de su unidad, serán pronto una sombra recordada tan sólo en sus hogares y en las largas veladas nocturnas en los fuegos de campaña. Pero somos soldados y esta es nuestra labor. Viviremos un día más para cumplir nuestro cometido otra vez.

Una visión (Diario de Gnaamesh)

El humo del brasero del brujo orco forma perezosas volutas en la húmeda y oscura caverna. Rodeados de hongos alucinógenos, los hechiceros orcos invocan aquí a sus demonios guardianes y abren portales a decenas de planos ultraterrenos. Poco a poco, la imagen se va filtrando en mi mente, atravesando las eras del tiempo y los ecos de la historia.

De pie, en medio de un paraje desolado, siento cómo el sol castiga mi carne momificada con cruel intensidad. El cielo por encima de mi cabeza adquiere un tono irreal, irisado, con los destellos multicolores de la luz refrectada en ocultos prismas suspendidos en la inmensa bóveda del cosmos. Es una sensación extraña la de encontrarse en este plano, pues de eso se trata, de otra realidad alternativa y extraña a mis ojos.

Delante de mí veo el altar de las invocaciones. Late con una energía antiquísima, con más intensidad en cuanto los devotos adoradores, primitivos trols en su mayoría, repiten sus incesantes jaculatorias delante de la piedra negra. El mismo aire parece vibrar con la demoniaca energía almacenada en el altar hasta el punto de emitir una nota pura y primigenia que atraviesa hueso y carne y se pierde en las sombras del olvido.

La visión se desvanece, se pierde en las resonancias interplanares y de nuevo me encuentro sumido en la penumbra de la caverna de los brujos.

- Esto que has visto, muerto, está de algún modo ligado a tu destino. - dice el hechicero orco mientras apaga las brasas incandescentes - y sólo los demonios del abismo saben por qué. Vienes buscando respuestas, brujo, pero deberías preguntarte si haces las preguntas adecuadas. Aquí ya no podemos ayudarte más, pues tu alma es confusa y extraña para nosotros. Retorna a tus bosques moribundos, recorre sus sendas y quizá recuperes tus memorias, aunque yo en tu lugar me preguntaría si merece la pena. Ahora vete. Tu visión nos ha dejado exhaustos.

Partir de noche (Diario de Zareba)

Partimos de noche hacia los Baldíos. En las afueras de Theramore, debíamos encontrarnos con los enanos del Cónclave de piedra, que también se dirigían a combatir contra los enemigos de la Alianza en las mismas tierras de los orcos, en pleno frente de guerra. Las órdenes concretas tan sólo serían reveladas por nuestro teniente una vez se reuniera con nosotros en un punto conocido por el sargento Aznaíl.

Esa noche, los cascos de nuestros caballos resonaban ominosamente al cruzar el puente de la ciudad fortificada, en contraste con el silencio de la noche en los pantanos del Marjal, como anticipo de una misión sumida en el más profundo de los secretismos, dada la cercanía al territorio enemigo y a sus espías tras nuestras fronteras. Tan sólo el número de combatientes que se desplazaban aquella noche hacia tierras hostiles nos podía servir para hacernos una idea de la magnitud de la tarea que nos esperaba allí.

Los chicos de Vallefresno (La saga de Grumnkko)

La ofensiva en Vallefresno parece ir llegando a un punto en el cual las fuerzas enfrentadas van alcanzando poco a poco una especie de equilibrio. Aun así, todavía se toman posiciones en el bosque cada día y se desplazan las fronteras. Es un largo pulso de fuerza en el que el férreo puño de los orcos se mostrará claramente como vencedor si sabe permanecer frente al enemigo con firmeza.

En este campo de batalla, los exploradores montados hemos demostrado ser muy valiosos. Sigilosos y rápidos, a lomos de sus lobos, una brigada de batidores es capaz de cubrir largas distancias a través del bosque, incluso tras las líneas del enemigo, espiar sus movimientos y retornar del mismo modo a sus posiciones originales. Este nuevo estilo de guerra, sutil y eficaz, es algo tan novedoso para las fuerzas de Ogrimmar, habituadas al tradicional uso de la fuerza bruta, que al principio muy pocos eran capaces de valorar el impacto que iba a tener en el desarrollo de la guerra. Sin embargo, nuestra brigada, "Los chicos de Vallefresno" ha logrado obtener tantos éxitos en sus misiones que ya nadie se ríe en el campamento a nuestro paso. Los nuevos tiempos requieren soluciones nuevas. Ojalá nuestros caudillos pensaran igual.

Cazadora de kóbolds (Diario de Tholaya)

He pasado algún tiempo en la región de Loch Modan, practicando mi arte entre los enanos y poniéndolo al servicio de la población local. El mayor problema de esta región son los kóbolds, que merodean por sus verdes colinas e infestan las profundidades de las minas abandonadas, sobre todo después del Cataclismo. Esta desagradable situación me sirvió para encontrar trabajo como cazadora de kóbolds.

Los enanos son demasiados rechonchos como para colarse por sus tortuosas madrigueras, pero los gnomos estamos hechos con otro molde, como suele decirse. Nuestro reducida talla nos hace especialmente útiles para meternos por sitios donde un enano se quedaría literalmente atascado y somos, muy a su pesar, sorprendentemente ágiles cuando nos lo proponemos. Así pues, me resultó sumamente sencillo llevar a cabo mi tarea en un breve intervalo de tiempo y con una precisión quirúrgica, como diría el maestro Vueltatuerca de Gnomeregan.

Ahora, una vez finalizada mi labor, las montañas están un poco más limpias de esta plaga y creo que puedo marchar a otros sitios a intentar ser útil y, cómo no, a ver mundo.

Puntos de vista (Diario de Zareba)

Las semanas que transcurrieron desde que retornamos del Feralas fueron de incertidumbre para todos. Se acercaba la fecha de la renovación de contrato con la unidad y el futuro de las Espadas pendía de un hilo, pues habían surgido diferencias entre sus miembros acerca del rumbo que deberíamos tomar. Unos, eran partidarios de abandonar el ejército regular y servir como unidad auxiliar pero fuera de la estructura castrense, refundando incluso la orden. Otros, como el propio comandante o yo misma pensábamos que el mejor camino posible era seguir en el ejército de Ventormenta tal y como hasta ahora.

Por momentos, el futuro de la unidad se tornaba cada vez más oscuro. Sin embargo, el día de la renovación llegó y casi todos optamos por el reenganche voluntario. "Hacen cinco dedos para formar un puño", dicen los enanos y, en efecto,  aquí demostramos de nuevo nuestra voluntad para seguir marchando hacia adelante, haciendo gala de ese compañerismo nuestro, gestado poco a poco en los fríos de las largas noches de guardia y puesto a prueba en los yermos campos de batalla, tal y como había ocurrido en los bosques de Feralas.