La cueva (La saga de Grumnkko)

El corazón del bosque guarda celosamente sus secretos, algunos de ellos siniestros. Mis exploraciones me llevaron por un estrecho sendero que antes no había visto, a pesar de haber pasado por las cercanías bastantes veces en nuestras misiones por Vallefresno tras la vanguardia de los elfos. Al acercarme, descubrí que la senda había sido reabierta recientemente por el paso de alguna criatura de tamaño grande y decidí seguirla.

El camino serpenteaba entre los antiguos árboles, entrando en zonas de perpetua penumbra en las que anidaban aquerosas arañas del tamaño de  un puño. Esta zona del bosque era desconocida para mí y, por lo que parecía, muy antigua. Temiendo una emboscada por parte de los druidas élficos, avancé sigilosamente y medio agachado, con el cuchillo listo para la acción. El sendero me condujo poco a poco hasta un claro entre los árboles, en el cual ví la entrada a un antiguo mausoleo excavado en la roca. El barro alrededor de la entrada mostraba impresas huellas de cascos hendidos de una criatura que había merodeado por allí hacía bastante poco. Conozco las huellas de todo tipo de animales, incluso de seres como driadas o centauros, pero estas eran diferentes a cualesquiera que yo hubiera visto.

De pronto, un lamento largo y siniestro surgió de las profundidades de la tierra, un aullido ultraterreno que tuvo el mismo efecto que un latigazo sobre mis espaldas. Rápidamente y sin pensarlo dos veces, agarré a Grot por la collera y los dos emprendimos el camino de regreso corriendo.

Aun hoy, ignoro qué habia en la cueva, pero creo que era algún tipo de demonio. Nunca nos liberaremos de su sombra. Este es el destino de los orcos en Azeroth.

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