Una visión (Diario de Gnaamesh)

El humo del brasero del brujo orco forma perezosas volutas en la húmeda y oscura caverna. Rodeados de hongos alucinógenos, los hechiceros orcos invocan aquí a sus demonios guardianes y abren portales a decenas de planos ultraterrenos. Poco a poco, la imagen se va filtrando en mi mente, atravesando las eras del tiempo y los ecos de la historia.

De pie, en medio de un paraje desolado, siento cómo el sol castiga mi carne momificada con cruel intensidad. El cielo por encima de mi cabeza adquiere un tono irreal, irisado, con los destellos multicolores de la luz refrectada en ocultos prismas suspendidos en la inmensa bóveda del cosmos. Es una sensación extraña la de encontrarse en este plano, pues de eso se trata, de otra realidad alternativa y extraña a mis ojos.

Delante de mí veo el altar de las invocaciones. Late con una energía antiquísima, con más intensidad en cuanto los devotos adoradores, primitivos trols en su mayoría, repiten sus incesantes jaculatorias delante de la piedra negra. El mismo aire parece vibrar con la demoniaca energía almacenada en el altar hasta el punto de emitir una nota pura y primigenia que atraviesa hueso y carne y se pierde en las sombras del olvido.

La visión se desvanece, se pierde en las resonancias interplanares y de nuevo me encuentro sumido en la penumbra de la caverna de los brujos.

- Esto que has visto, muerto, está de algún modo ligado a tu destino. - dice el hechicero orco mientras apaga las brasas incandescentes - y sólo los demonios del abismo saben por qué. Vienes buscando respuestas, brujo, pero deberías preguntarte si haces las preguntas adecuadas. Aquí ya no podemos ayudarte más, pues tu alma es confusa y extraña para nosotros. Retorna a tus bosques moribundos, recorre sus sendas y quizá recuperes tus memorias, aunque yo en tu lugar me preguntaría si merece la pena. Ahora vete. Tu visión nos ha dejado exhaustos.

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