La hora del destino (La Saga de Grumnkko)


La criatura avanzaba a través del túnel como una tormenta en todo su apogeo. Una tormenta de muerte y condenación eterna, colmada de dolor y sufrimiento. En un rincón de la caverna, el montaraz orco permanecía en guardia con los talones clavados en el suelo en espera de la acometida de su enemigo. El grito de guerra del demonio pronto se convirtió en un cruel alarido que traspasaba carne y espíritu, aniquilando cualquier intento de resistencia por parte de su víctima con un terror nacido mucho antes que el propio tiempo.

Pero eso al orco no le importaba.

De hecho, ya nada le importaba. Durante su largo viaje se había preparado para enfrentarse a este enemigo y una muerte con honor sería toda una bendición frente a toda una vida de remordimientos. Recordaba, aun en aquellos febriles instantes, cómo aquel diabólico ser había ido aniquilando uno a uno a toda una compañía de bravos guerreros por diversión y también  las largas noches de vigilia, cuando se aferraba a su hacha en la oscuridad mientras esperaba no ser el siguiente en desaparecer sin más, quizá para ser descubierto al día siguiente, clavado a un árbol cualquiera y con las entrañas esparcidas por la hierba.

Recordaba todo esto y más..

La criatura cargó.

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