Libre (La Saga de Grumnkko)

En este rincón maldito hace frío y ni las llamas del fuego son capaces de calentarme los huesos. En especial, las de este fuego. Alimentadas con carne maldita de demonio, uno esperaría que produjeran una gran cantidad de calor, pero no es así. El humo huele a azufre y las llamas brillan con un resplandor espectral, pero nada más. Es un fuego frío como el abismo.

Apenas recuerdo la lucha en la caverna, cegado por la ira y el dolor. Cuando el diablo se me echó encima, creo haber apoyado los pies en el suelo y agarrar con fuerza el mango del hacha. Pude oler el mal en su hediondo aliento, el antiguo mal que esclavizó a toda nuestra raza.

Todo se volvió confuso en el túnel, envuelto en la niebla roja de la furia. Era mi último combate y quería morir con honor. El hacha subía y bajaba rabiosamente, impulsada por la ira de generaciones de esclavos. En la niebla ví los rostros de mis compañeros de batalla destrozados por el demonio, así como los de mis antepasados. Pronto me reuniría con ellos, de un modo u otro.

El hacha siguió subiendo y bajando, infatigable, mordiendo la carne maldita con la furia de los condenados, hasta que empezó a golpear en las paredes de roca y me dolieron las muñecas. Sólo entonces comprendí que mi enemigo había sido aniquilado y sus restos cubrían el suelo del túnel.

Había vencido. Mi destino se había visto cumplido y era libre.

Después, todo se volvió oscuridad para mí. Cuando desperté, alguien me había sacado de la caverna y había tratado mis heridas, pero por más que busqué no hallé rastros de mi benefactor, a excepción de un cayado adornado con plumas clavado en el suelo. Quién o qué me prestó ayuda, es un enigma para mí.

No hay comentarios:

Publicar un comentario