Bahía del Botín (Diario de Gnaamesh)

Avancé en silencio por el muelle, dejando oir tan sólo el hueco retumbar de las pisadas de mi montura en la maltrecha tablazón del puerto. Llevaba la capucha echada sobre el rostro para proteger mi apergaminada piel del feroz resplandor del sol de Bahía del Botín y el perfil bajo para evitar en lo posible el contacto visual con los curiosos. Este es un puerto franco, un lugar convenientemente apartado del conflicto entre la Alianza y la Horda en deferencia a los turbios negocios que aquí se llevan a cabo. Los goblins amasan inmensas fortunas basándose en el trueque, la usura y el bandidaje, a veces simultáneamente, mientras que numerosos corsarios y otras ratas portuarias hacen de este lugar una parada casi obligada en sus viajes por los mares del sur del continente, lejos de la influencia de las leyes del Reino de Ventormenta, demasiado alejado como para hacer cumplirlas de un modo eficiente.
 Aun así, había que ser precavido.

Detuve mi montura al lado de un grupo de rufianes del puerto, un trío de goblins malencarado y con aires de grandeza, cuya dignidad parecía desvanecerse por momentos a medida que me acercaba a ellos.

- Busco alojamiento, cómodo y sin preguntas - dije en la gutural lengua de los orcos, incómodo por su bárbaro acento -

Uno de los rufianes, que aferraba una daga con la mano metida en su jubón, miró nerviosamente a sus petrificados compañeros y señaló nervioso hacia el otro lado de la bahía.

- ¡ El Grumete Frito! ¡Allí! - dijo mientras señalaba nervioso hacia el otro lado de la bahía. -  ¡Alojamiento sin preguntas!

Arrojé una bolsa de oro a los pies del grupo mientras me volvía a calar la capucha y les dí escuetamente las gracias. Los goblins se quedaron un rato mirando la bolsa hasta que uno de ellos la cogió con cautela. Poco después, los oía pelear a mi espalda mientras me encaminaba en la dirección indicada. Uno de ellos gimió de dolor cuando recibió la primera cuchillada. Ignoro quién ganó la contienda por el oro, pero tampoco era asunto de mi incumbencia.

Como todas las cosas que pasaban en el gran puerto de Bahía del Botín, tan sólo importaban a los implicados en las mismas y eso tampoco tenía importancia mientras no influyera en el fluir de los negocios. Así era en este lugar y así había sido siempre..

Búsqueda en el infierno (Diario de Zareba)

Cruzar el Portal Oscuro hacia Terrallende es probablemente una de las cosas más absurdas que haya hecho en toda mi vida. Han pasado ya varias semanas desde que llegué a este lugar y no hay ni rastro del capitán Willheim. Lo último que se supo de él era que marchó hacia el Bastión, la fortaleza de la Alianza en plena península infernal, mas allí tampoco saben nada, salvo que partió con órdenes secretas a un sitio llamado la Marisma de Zangar.

Este lugar es realmente espantoso, una tierra devastada por energías infernales y cuyas tremendas heridas, bien visibles desde el aire, no parece que vayan a cicatrizar nunca. En cuanto pueda entregar el mensaje me marcho de aquí para no retornar nunca.

Decadencia (Diario de Gnaamesh)

Tras abandonar el recinto del portal que me trajo de Entrañas a Lunargenta, permanecí absorto durante largo rato contemplando la inconmensurable belleza de la ciudad de los Elfos de Sangre. Con un domonio casi divino de las antiguas energías arcanas, la hermosa gente había logrado portentosas maravillas. En aquellos momentos me reprendí a mi mismo por haber pospuesto este viaje tantas veces, pues, a pesar de ser aliadas nuestras ciudades, no deja de haber cierta rivalidad y desconfianza entre nosotros.

Todo parecía impoluto y reverberaba con magia contenida en infinidad de estructuras cristalinas que refulgían a la luz del sol y me admiré de su poderío sin igual y de sus extraordinarios conocimientos.

Ansiando retener yo también una parte de ese poder, recorrí embelesado sus bien pavimentadas calles, admirando cada rincón de este lugar, buscando una biblioteca donde empaparme de tanto saber acumulado a lo largo de los siglos, mas pronto acabé decepcionado, sentado en uno de los adornados bancos de un parque.

La ciudad se había convertido en un núcleo de decadencia. Los escasos habitantes con los que me crucé se habían abandonado a todo tipo de placeres interminables, apareándose como seres inferiores en las diversas tabernas y burdeles, entregándose a la bebida y la inconsciencia, barbotando incoherencias en sus propios delirios alucinados. Intenté hacerme entender con algunos de ellos, pero pronto desistí de mi empeño, pues hasta los más finos rudimentos del lenguaje habían sido aniquilados de sus pequeñas mentes.

¿Donde estaban los grandes sabios de los que hablaban los libros? ¿Que fue de su orgullo y su poderío, devorados por la autocomplacencia y la molicie en bacanales sin descanso? ¿Qué fue de los gloriosos artífices del pasado, de sus gestas y sus arcanos saberes? Miré los severos rostros tallados hace largo tiempo en las piedras de los capiteles y decidí que nunca más retornaría a esta ciudad degradada y decadente.

Ya no hay nada que me retenga entre sus palacios y jardines. Lunargenta, ciudad de arcanos saberes se había convertido en un burdel y la prole de la mezquindad se enseñorea de sus avenidas.

¡ Ah, la familia ! (Diario de Tholaya)

La familia es algo muy importante si se quiere progresar en la vida. Es el apoyo constante y el refugio cuando las cosas no van como debieran ir.

Al menos, eso es lo que son las familias convencionales, claro.

Las familias gnómicas son, bueno, un poco menos convencionales que el resto. Nuestra naturaleza nerviosa y precisa hace que nos enzarcemos en largas y enrevesadas discusiones acerca de los detalles más nimios, aportando pruebas y refutando argumentos durante horas y horas si es preciso. A veces, sólo a veces, días. Bueno, incluso meses...o años..

En cualquier caso la familia es todo lo que tienes, así que más te vale estar cuando hay que estar..y desaparecer cuando más conviene, claro. Cualquiera con un cociente intelectual gnómico lo sabe, pero a los forasteros les resulta, cuanto menos, algo curioso.

Mis primos hermanos por parte de mi hermana han decidido que ya está bien de que yo ande por ahí sin tener ni idea de ingeniería, así que me están dando clases aceleradas de la más pura gnomoingeniería, tanto si quiero como si no, pues dicen que es una deshonra para la familia el andar por este mundo sin los conocimientos de los que hace gala nuestra raza y que la magia está muy bien, pero que no es lo mismo. Se lo han tomado muy, muy en serio, así que no me queda otro remedio que intentar aprender todo lo que pueda en el menor tiempo posible si quiero marcharme.

La cadena en el cerrojo debería haberme dado alguna pista, pero andaba yo pensando en otras cosas..

Punto final (Diario de Zareba)

Conseguí darles esquinazo a los ogros del valle, mas ahora parece que no ha servido de mucho, pues todo se ha complicado. El Capitán Willheim no se encuentra ya aquí, por lo que me han podido confirmar los muchachos de la guarnición. Hace dos días que cruzó el Portal, con destino al Bastión del Honor en Terrallende.

Terrallende...un lugar que sólo conozco de oídas y nunca para nada bueno. Dicen que fue el hogar de los orcos cuando atravesaron el Portal para invadir nuestro mundo. También dicen que es una tierra espantosa, plagada de demoniacas bestias y horrores interminables. Sin embargo, ese lugar es a la vez el hogar de la raza draenei, una de las más honorables y extrañas que he conocido nunca. Es casi como un mal chiste que semejantes criaturas hayan sobrevivido en tal lugar, aunque eso dice mucho de la fortaleza física y mental de los draenei.

Mirando el Portal desde lo alto de esta colina y recorriendo con la mirada sus mil veces malditas jambas, me pregunto si no habrá llegado el momento de mandarlo todo al cuerno e incumplir esta absurda misión.

Testamento

Hijo mío:

Cuando recibas esta carta, significará que he caído en el campo de batalla y no estaré nunca más con vosotros. Parto con el ejército de Su Majestad a combatir al enemigo en su terreno. Es un honor para cualquier De Brac seguir los caminos de la Luz Sagrada, y servir en una causa tan llena de nobleza como la de estos tiempos oscuros que nos ha tocado vivir es algo que deberá llenar tu corazón de orgullo y de gozo.

Aun así, lamento profundamente no haberte podido conocer, ni poder estar a tu lado en tus primeros pasos por el largo camino de la vida. Ha sido un sacrificio muy duro de sobrellevar, sostenido tan sólo por la esperanza de que a tu madre y a tí os lego un mundo mejor y más limpio de todos los males que nos amenazan.

Os dejo a los dos al cuidado del Abad de Villanorte, un buen hombre lleno de piedad y justicia. Lo poco que os queda en herencia servirá para vivir dignamente y manteneros a salvo de toda preocupación, si es que eso es posible todavía en este turbulento mundo.

 Poco más he de decirte, hijo mío. Ayuda a tu madre en todo lo que puedas, aprende las sendas de la Luz y sigue las enseñanzas de tus maestros con perseverancia y dedicación, pues un día serán valiosas consejeras si el mal vuelve a amenazar nuestras tierras.

Cuida de tu madre en mi ausencia y, cuando la muerte reclame su existencia, entiérrala en el cementerio de Villanorte, cerca del lugar desde donde a ella le gustaba sentarse, a la vera del camino. Después, parte a la capital a concluir tu formación como caballero y haz que tu vida reluzca virtuosa como un faro en tiempos aciagos, pues por sus actos se definen los seres humanos y por ellos serán juzgados por la historia y el devenir de los tiempos.

Que la Luz te guíe, hijo amado.

Roger de Brac, Caballero de Ventormenta.