Punto y ¿final?

"El Cronista contempló brevemente las líneas sobre el papiro mientras la tinta se iba secando y llamó a uno de sus sirvientes para que colocara el nuevo volumen en la estantería con las otras obras. Después, se desperezó y se levantó de su asiento. Un criado esperaba atento y silencioso en la puerta, con el sombrero entre las manos y en posición de espera. El carruaje estaba preparado y el equipaje ya había sido embarcado. Tan sólo quedaba el ilustre viajero por subir al vehíclo y partir a otras tierras, quizá por un tiempo, quizá para siempre. Y tan sólo el destino y los dioses, fueran los que fuesen, decidirían al respecto como siempre.

El erudito miró por última vez la habitación que había sido su gabinete y luego cerró la puerta con cuidado para no perturbar el sueño de los aletargados relatos que dormitaban en los estantes superiores. Un rato más tarde, su carruaje recorría los vastos caminos del multiverso en dirección a su nuevo destino. Alguien, en uno de los múltiples planos de la existencia, necesitaba de nuevo de los servicios de un Cronista para relatar sus hazañas. Eso es lo malo de los héroes, que siempre se las apañan para ser agotadores, pensó mientras trataba de conciliar el sueño acunado por el traqueteo del vehículo."


Bueno, pues hasta aquí hemos llegado en nuestra andadura por las tierras de Azeroth. Los relatos de nuestros protagonistas han concluído, algunos con interrogante como debe ser, pues las historias realmente nunca concluyen del todo y no se sabe cuándo van a retomar de nuevo sus respectivas sendas. A su modo, tienen vida propia.

Ha llegado la hora de que los protagonistas de nuestros diarios tengan un poco de intimidad y resuelvan sus vidas de la mejor manera posible. Ellos seguirán en Azeroth, asistiendo a los cambios que se avecinan en el mundo y protagonizando sus propios destinos, mientras que nosotros debemos seguir los nuestros propios.

¿Es esto una despedida? Pues, técnicamente sí lo es, mas en la práctica no va a ser así, pues he retomado un viejo proyecto que ha permanecido aletargado durante largos años en espera de más ganas e ilusiones, el germen de la pasión por la escritura y el blogueo y la fuente de muchas satisfacciones. Hablo de Memorias de Tyria, el blog "original" del Cronista de Ascalon que comenzó su rodadura allá por el año 2007 y que ha vuelto con nuevas ideas para concluir algunas de sus historias y enlazarlas con otras nuevas.

Muchas gracias a todos por seguir Memorias de Azeroth. Con algunos de vosotros he llegado a tener una relación especial y me habéis hecho ver que el escritor de microrelatos en un blog no está solo en el vasto entramado de internet y que la comunidad virtual de escritores entusiastas y por afición es una realidad más que posible. Me gustaría poder seguir en contacto con vosotros, allá donde quiera que estéis, pero entiendo que los vientos de la vida os habrán  llevado a otros lugares lejos de los terrenos de internet en la vorágine de la vida cotidiana, especialmente en estos tiempos tan turbulentos que estamos viviendo muy a nuestro pesar. Tan sólo espero que el azar o el destino crucen de nuevo nuestros caminos virtuales y que las plumas sigan siendo más poderosas que las espadas.

Y como el Cronista del relato, me voy a ir cerrando la puerta con cuidadito.

Nos vemos en Con Pluma y Píxel

El Cronista de Ascalon

Al final del sendero (Diario de Gnaamesh)

Las Tierras Devastadas, por fin...

Fervientemente he anhelado este momento durante mucho tiempo, quizá demasiado. En estas calcinadas tierras el poder de la antigua magia demoniaca surge de entre las mismas piedras del camino. La fauna y la escasísima flora han sido convenientemente mutadas por las retorcidas energías, de modo que las apariencias no siempre coinciden con la verdadera naturaleza de sus malhadados seres. Aquí y allá veo elementos que podrían proporcionarme valiosos destilados en mi banco de laboratorio, rarezas que en los comercios de Entrañas serían bien pagadas y que me prodigarían grandes beneficios tan sólo con el refinado más burdo.

Pero la joya de la corona está al final de ese tortuoso sendero pues allí se encuentra el umbral maldito, el Portal por el que penetraron las huestes demoniacas hace miles de años para invadir Azeroth y esparcir su progenie maldita. Alli se halla el final de mi propio camino, el comienzo de una nueva y desconocida senda. Allí, de un modo u otro, caerá el velo que atormenta mi existencia desde el día de mi alzamiento de entre los que murieron.

Sólo allí.

FIN DEL DIARIO DE GNAAMESH

Un viaje interrumpido (Diario de Gnaamesh)

Pantano de las Penas, Puesto de Rocal

Atrapado en el puesto avanzado de Rocal maldigo una y mil veces la fatídica puntería de los arqueros de la Alianza, capaces de derribar a una montura voladora en mitad de la noche. Elfos armados con arcos largos, probablemente. ¡ Que el fuego de los orcos reviente sus pellejos por ello !

Aquí estoy, en medio de los brutos a las órdenes del Caudillo Garrosh, nuestro ilustre Jefe de Guerra, abandonado en estas ciénagas, lejos de cualquier lugar civilizado. Estos salvajes no tienen ni una miserable biblioteca con la que pasar el rato y tan sólo tienen en mente una sóla cosa: matar.

La barbarie impera por doquier, acunada en el ambiguo y caduco concepto del honor que los orcos en tan alta estima tienen, como si les fuera a salvar de su aciago destino marcado ya desde Terrallende.

Terrallende...El primigenio hogar de la raza orca era mi destino, una tierra asolada por los demonios desde hace tiempo, demonios que podrían conocer las respuestas a todas mis preguntas. 

Volver al hogar (Diario de Zareba)


A la mortecina luz de las antorchas, contemplo una vez más las puertas del lugar en el que he vivido durante casi un año. Ha sido un tiempo para recordar, compartiendo el pan y la sal con estupendos camaradas de armas y sirviendo con honor al ejército de Ventormenta. Aquí, bajo la luz de las estrellas y arrullada por el susurro de las hojas de los árboles del Bosque Elwyn, recorro con la mirada una última vez los sólidos muros del recinto, las imponentes almenas y el cuerpo de guardia.
Son muchos los recuerdos que guardo de este lugar, muchas noches de vigilancia nocturna, muchos entrenamientos con veteranos...y con los novatos muchachuelos llegados desde las zonas rurales.

Ha sido una buena etapa en mi vida, mas ahora debo partir de nuevo. Ya he firmado los papeles de licencia y ahora tomo una nueva senda en el camino, un nuevo rumbo que seguramente me lleve lejos de aquí. Tengo mucho que pensar y muchas decisiones que tomar. Quizá retorne a Forjaz a ver a los míos antes de hacer ninguna elección. Volver al reino de los enanos siempre me ha resultado muy relajante. Es como volver al hogar. No, rectifico. Es volver al hogar y donde esta el hogar está el corazón.

FIN DEL DIARIO DE ZAREBA

Estudios de magia (Diario de Tholaya)


Las reparaciones de mi medio de transporte ya han concluido, lo que significa que puedo ir donde me de la gana. El problema ahora es que a lo mejor no quiero irme demasiado lejos de la ciudad. Creo que me quedaré por Ventormenta, al menos por un tiempo. Hay demasiadas cosas que aprender aquí, pues he vuelto a retomar mis viejos estudios de caligrafía ¡e incluso me han proporcionado un escritorio propio en el Gremio de Calígrafos e Inscriptores de Ventormenta!

Una oportunidad así no puede despreciarse, así que me temo que dejaré por un tiempo mis aventuras y me centraré en el dominio de las tintas y runas de poder, a la vez que profundizo en mis estudios de magia arcana en la Torre de los Magos antes de partir hacia la magiocracia de Dalaran. Y una vez allí..bueno, mejor que vaya paso a paso.

FINAL DEL DIARIO DE THOLAYA

Reunión inesperada (Diario de Zareba Báldrek)


Finalizado nuestro servicio y estando próxima la licencia o renovación para la mayoría de los miembros de la unidad, algunos acabamos reuniéndonos en la casa del teniente Pedregosa en Elwyn.  La cercanía de la estación de verano pendía en el aire y la temperatura, sin ser todavía la típica estival, invitaba a cabalgar con tranquilidad. Así pues, ensillé a mi buen y fiable Pinto y me despedí de los chicos de las garitas del cuartel, disfrutando de mi merecido permiso.

Cuando llegué a la vivienda, una magnífica casa campestre de dos plantas con establo, ya estaban reunidos algunos de los muchachos, ya se habían marchado y otros, simplemente, tenían servicios en el cuartel o no habían querido acudir. Eché de menos algunas caras, pero nada más.

Acostumbrada a ver a todo el mundo en ropa de faena, se me hacía extraña la vista de los chicos vestidos de civil. El teniente me invitó a que me sentara a su lado y me puso en situación, ya que por lo visto era la última en llegar.

Así me enteré de que algunos habían decidido, a raíz de unos pequeños desencuentros entre la oficialía en la descorazonadora campaña en las Tierras Altas de Arathi,  abandonar el ejército y licenciarse antes de firmar el siguiente reenganche. Se me preguntaba si estaría dispuesta a dejar el servicio en el ejército.

Una nueva vida se abría ante nosotros, gente de armas acostumbrada a largas caminatas y a los embates de la batalla. Sorprendida, pregunté por los motivos de dicha decisión y recibí una amplia sonrisa por respuesta, mientras una palabra flotaba en el aire: mercenarios.

No pude por menos que dar un respingo, al recordar ese camino que ya había recorrido, pero con gente menos de fiar..

El teniente, ya ex-teniente, se proponía refundar las Espadas y darles la independencia original que siempre habían querido para actuar a su antojo, lejos de las intrigas de palacio. Bueno, no demasiado lejos, ya que tendríamos contactos en la corte para obtener permisos y patrones fiables. La idea sonaba bien, y los muchachos ya estaban rondando la idea de ponerle un nombre que evocara a las Espadas y honrara su original propósito, adscritos al recién creado Gremio de Mercenarios de Ventormenta y con más libertad de la que habíamos tenido nunca.

Mas tarde, camino de la taberna en  Villa Dorada, pensaba en las cosas que tendría que hacer después de licenciarme del ejército, si es que eso es lo que iba a hacer, y en cómo tendría que poner de nuevo en orden la herrería o intentar recuperar a algunos de mis viejos clientes mientras se llevaban a cabo los trámites.

Pero eran detalles que se solucionarían con el tiempo. Las Espada volvían a ser independientes y eso era lo que importaba.

Ulthener de Gilneas


Me llamo Ulthener y soy gilneano. Hace tiempo, el nombre de mi familia era sinónimo de prosperidad y buenos negocios. Manteníamos un gran hacienda llena de trabajadores  y vivíamos de lo que producían nuestras tierras. Era una buena vida...

Cuando el ejército de los muertos de Sylvanas llegó, luchamos desesperadamente por defender nuestros hogares, pero todos sabíamos que no podría ser. Cabizbajos y derrotados, abandonamos aquello que amábamos cargados con las escasas pertenencias que pudimos llevar y nos fuimos, con la esperanza de retornar algún día y reclamar de nuevo el reino de Gilneas.

Pero las cosas no salieron tal y como las planeamos, pues un antiguo mal había crecido tras nuestras fronteras como el trigo en un trigal: la maldición del lobo. Ahora, no sólo teníamos que luchar contra los enemigos invasores, sino que además teníamos que combatir a nuestros vecinos.

Hubiéramos muerto todos allí de no ser por la ayuda de los elfos de la noche los cuales, gracias a sus antiguos saberes druídicos, hicieron que domináramos a nuesra bestia interior. Nunca volveríamos a ser humanos, nos dijeron, pero al menos podríamos llevar una existencia digna si sometíamos a la bestia bajo nuestra voluntad.

Un maldito regalo, es lo que es esta vida. Ojalá nunca hubiéramos salido de allí..

 Los que logramos someter a la bestia,  hallamos un hogar entre los bosques de los elfos. Los que no lo lograron, sucumbieron y ahora vagan sin control entre los árboles, desaparecido ya cualquier resto de inteligencia o fuerza de voluntad.

Ahora somos una nación de apátridas dispersos, unos desheredados sin hogar. La hospitalidad de los elfos es de admirar, pero no creo que dure siempre. Tarde o temprano, nuestros pueblos chocarán.

Algunos dicen que algún día regresaremos a casa.

Algún día...

Varada en Ventormenta (Diario de Tholaya)

Era de esperar que un viaje tan largo hasta Ventormenta iba a pasar factura al zancudo mecánico que utilizo como medio de transporte, pero el caso es que me pareció que no le haría falta, habida cuenta del buen rendimiento medio porcentual que había registrado desde que abandoné las tierras inhóspitas. Quizá debiera haberle hecho una puesta a punto antes de partir pero esa región del mundo no me pareció, como su nombre indica, demasiado hospitalaria.

Así, al poco de entrar en la zona denominada "Los Canales" los engranajes de transmisión empezaron a soltar humo y gruñir como un gato en celo. Intenté compensar la presión en el calderín del mecazancudo, mas mis esfuerzos resultaron ser vanos para detener las fugas de vapor a través de las juntas de seguridad. Hubiera sido interesante comprobar el radio de la explosión de un mecazancudo en un entorno urbano, pero no creo que al entorno le iba a hacer ningún bien, así que decidí desconectarlo en cuanto entramos en el concurrido Casco Antiguo de la ciudad.

Y allí tuve un golpe de buena suerte porque, en una taberna llamada "El cerdo borracho" (nunca supe la gracia del nombre de tan concurrido local, pues que yo sepa, los cerdos no se emborrachan) encontré a algunos compatriotas gnómicos que amablemente decidieron ayudarme a remolcar mi maltrecho vehículo hasta un ingeniero competente (gnómico claro ¿quién si no?). Da gusto encontrarse con otros gnomos lejos de Gnomeregan. Es como un trocito de hogar lejos de nuestro querido (y ahora radioactivo) hogar..

Tras regalarles unos remaches cogidos por mi misma en la zona cero de Gnomeregan (¡toda una reliquia!) me despedí de mis benefactores en el barrio enano. Tenían cosas que hacer y yo estaba muy cansada como para seguir con ellos. Supuse que ya los vería, pero no ha sido así, pues es una ciudad demasiado elevada para personas de nuestra estatura.

 Ahora mismo me encuentro alojada en una posada regentada por enanos, en el barrio enano de una capital humana, tengo una espera de varios días mientras me reparan el transporte y mucho, mucho tiempo libre.¿Qué voy a hacer?

Bueno, de momento, empezar a buscar papiros y libretas para mis anotaciones. Después, ya veremos.

Una excursión interesante (Diario de Tholaya)

Los enanos Hierronegro son bastante más cordiales de lo que me esperaba. No son tan abiertos como sus primos de Dun Morog y quizá sean un poco más siniestros, pero eso quizá se deba a que durante incontables eras han cavado demasiado hondo en las entrañas de la tierra y se han vuelto así de hoscos por el aislamiento.

Al menos, es una teoría plausible...

Hablando con los más abiertos, llamados Hermanos del Torio, me enteré de que el enorme dragón que arrasó Ventormenta paso también muy cerca de la Garganta de Fuego. Me contaron que su devastación fue tan enorme que dejó un profundo surco en la tierra, conocido como la Cicatriz y, como no podía evitar perdérmelo, les pedí amablemente instrucciones. Tras negociar duramente un ajustado precio con los chicos del Torio, logré que me proporcionaran un guía que me llevase hasta las Tierras Inhóspitas.

Cuando llegué allí intenté encontrar otro guía, pero no encontré a nadie. Supongo que por eso se llaman Tierras Inhóspitas. Creo que me perdí al intentar llegar y dí un par de rodeos,  unas pocas leguas de nada aquí y allá, hasta que encontré el rumbo correcto y enfilé hacia un cañón calcinado.

Lo que vi allí me dejó sin palabras, cosa rara en mí, y no pude más que contemplar fascinada el gigantesco surco abierto en plenas montañas, recubierto de hollín y de piedra endurecida como los ladrillos de un horno de alfarero tras ser sometidos a elevadas temperaturas. Evidentemente, la enorme criatura ha dejado una huella imborrable en Azeroth y no sólo metafóricamente hablando. Creo que, con toda probabilidad, este cañón acabará convirtiéndose en una de las maravillas del mundo si transcurre el suficiente tiempo.

Por cierto, que me han dicho que de vez en cuando un gigante de fuego se pasea recorriendo el valle de arriba a abajo. Me pregunto si podré hacer algo para poder verlo y si podré encontrar por aquí un vendedor de papiros, pues he agotado todos mis cuadernos con muchos dibujos de la región y me gustaría poder hacer un grabado de semejante criatura suponiendo que llegue a verla, claro.

Nuevos reclutas (Diario de Zareba)


"Puede que no sean ustedes mas que una panda de reclutas de los que no se espera gran cosa por ahora, pero están en camino de convertirse en soldados de la Alianza.
Por ello se les tratará con dureza pero se recompensarán sus esfuerzos.
Se los convertirá en las gloriosas espadas que la alianza necesita contra sus enemigos y en los defensores de sus gentes. 
Mas para empezar a andar ese camino y para evitar que vayan al cepo o al calabozo hasta que sean eso, repasemos unas cuantas normas básicas."

(Arenga del Teniente Darcius Pedregosa frente a las puertas del Cuartel de Arroyoeste)

Retorno a Entrañas (Diario de Gnaamesh)

La vista de la ciudad muerta de Lordaeron siempre hace que mis viejos huesos se estremezcan como si anhelaran volver a estar vivos una vez más.

Y en cierto modo lo están, pero en forma de esta semivida a la que nos condenó para siempre el odiado Rey Exánime, un regalo inesperado para aquellos que cayeron bajo sus heladas garras y un tormento eterno para los débiles de espíritu que nunca se libraron de su poder.

Poder y tiempo, esa es la clave de nuestro éxito. En esta ciudad tenemos ambas cosas en abundancia, sostenidas ambas por nuestra inquebrantable determinación y la fe en la victoria final..

FIN DEL DIARIO DE GNAAMESH

Fuego elemental (Diario de Tholaya)



Registro sonoro de la gnomograbadora de Tholaya Tuercaprieta, transcrito mediante impresión mecánica sobre papel continuo.

[lectura inicial ilegible por degeneración de la señal]

"...uentro en el enclave Hierro Negro de la Estación del Torio, en la Garganta de Fuego buscando..[corte debido a interferencias]...que es la clave para encontrar mineral de Mithril en este lugar.

[estática, probablemente debido a gases sulfurosos en el receptor]

"El calor aquí es espantosamente alto, con una temperatura que superaría los grados que se pueden registrar en una forja enana de no ser por estar a la intemperie. Literalmente, se podrían freir huevos sobre las piedras de allí abajo"

[interrupción por la carga de papel continuo y tinta en el mecanismo dispensador]

"Los enanos Hierro Negro controlan esta región dominada por el fuego y la densidad superficial de elementales ígneos es alta por lo que puedo discernir desde aquí. Calculo que las posibilidades de sobrevivir a un encuentro con una de las criaturas de mayor tamaño son muy escasas si no me ando con cuidado. Los elementales obtienen su fuerza de las múltiples grietas que parecen comunicar este lugar con el plano elemental del fuego, pero tendría que confirmar mis hipótesis con los ensayos adecuados. En cualquier caso, debo descender más abajo para poder llegar a los yacimientos de veta enriquecida. Corto...[señal perdida y de transcripción dudosa]..y cierro"

[zumbido final del relé retenedor de impulso, que acaba de salir volando con un pequeño estallido]

Como en los viejos tiempos (Diario de Zareba)

Empuñar un espada, es lo que necesito. Volver a saborear la vida desde el lado apropiado del pomo de un arma, sentir el fragor de la batalla y la sensación de estar cumpliendo con el deber, son cosas que me hacen sentir viva, útil y eficaz.

La fragua y la pequeña herrería del distrito enano no llegaron a cubrir toda mi sed de vida.  Martillear incesantemente sobre el yunque bajo el calor de las ascuas, atender y regatear los pedidos de granjeros, labradores y carreteros para, al acabar el día, disfrutar de una jarra de espumosa cerveza enana en El Cerdo Borracho, era todo a lo que se reducía mi rutina.

Cada noche oiría las mismas historias una y otra vez, soportaría a presumidos gañanes que no tendrían ninguna oportunidad en un campo de batalla de verdad y, enventualmente, terminaría huyendo a casa, lejos de tan lamentable espectáculo. Patanes ebrios, mujeres de vida fácil, carteristas y timadores son la esencia de cualquier cantina y parece que esta en concreto atrae a la gran mayoría de ellos, como el gran remolino que dicen que existe en medio del gran océano y que espero ver algún día.

No se hacer otra cosa. Soy soldado.

Por eso cerré la herrería y me puse en camino hacia el Centro de Mando de Ventormenta, para alistarme bajo la enseña de la Corona y bajo el mando de buenos camaradas de armas, fiables y leales. De momento, hay tres reclutas, aparte del teniente Dárcius y el teniente Gílfor, pero pronto llegarán más y volveremos a ser una unidad de combate.

Las espadas serán de nuevo forjadas para servir en la batalla, como en los viejos tiempos.

Curiosidad goblin (Diario de Gnaamesh)

El oleaje lame lentamente los costados del Golondrina, el navío que me lleva de regreso a Entrañas. No ha sido fácil convencer a la tripulación goblin de este miserable cascarón de que me permitiesen ocupar parte de la bodega del barco con mis cosas, pero el dorado brillo del vil metal ha bastado para que consiguiese mi propósito.

Necesito espacio para instalar mi pequeño laboratorio de alquimia a bordo mientras dura la travesia, pues las delicadas hierbas que he recogido en mi viaje a las tierras meridionales no aguantarían un viaje de tantas leguas sin marchitarse y perder, por tanto, sus arcanas propiedades.

Una vez tenga preparadas las hierbas, podré conservarlas casi indefinidamente hasta que les de uso en el momento apropiado. La única molestia es la malsana curiosidad de estas patéticas criaturas, siempre ávidas de riquezas. Constantemente hay uno de ellos cerca, aparentemente dedicado a sus quehaceres pero con los ojos y oídos bien atentos.

Me pregunto que pasaría si mi molesto amiguito acabara cayendo por la borda en un lamentable accidente.

Un alto precio (Diario de Gnaamesh)

Los gritos de los salvajes que pululan por la ciudad trol abandonada resuenan a mis espaldas bajo la luz de las estrellas pero tan sólo servirán para que los pájaros y los monos detengan por un instante su parloteo incesante y se retiren, acobardados, a sus malolientes madrigueras.

El demonio abisario que me ha acompañado en esta expedición hará bien su trabajo, aniquilando a todos los que se le opongan y permitiéndome escapar de las ruinas del templo sin ser molestado. Contemplo durante unos instantes estas piedras, reliquias de otros tiempos, mientras acaricio la bolsa que contiene musgo arrancado de los muros de este abandonado lugar. Su propia esencia mágica atraviesa la bolsa de terciopelo donde lo he guardado y aporta algo de calidez a mis frías manos. Es una mercancia muy valiosa, tan valiosa como para que los fieros trols de las ruinas paguen el precio que están pagando.

 Los rugidos han cesado dentro, seguramente porque el abisario ha caído ante sus enemigos. Tardaré bastante en volver a invocarlo desde su plano después de esto. Mientras tanto, será mejor que me aleje de este lugar.

Éxito rotundo (Diario de Tholaya)

El descenso a las ruinas de Gnomeregan fue todo un éxito y no me avergüenzo de enorgullecermo por ello.
Retorné a la superficie por el mismo camino que había llevado en el descenso. En dos ocasiones tuve desagradables encuentros con los Troggs que pululan en los oscuros túneles, más puede desembarazarme de ellos gracias a mi ingenio y mis notas, en las cuales había ido anotando los posibles caminos alternativos para el ascenso en caso de encontrar problemas. Así pude alcanzar sin mayores dificultades los niveles superiores a través de un estrecho conducto de ventilación y llegar hasta el puesto avanzado de nuestro ejército.

 Después, me presenté ante mis maestros y les mostré la pieza que me habían enviado a buscar, así como el puñado de tornillos de la zona cero de la ciudad que había conseguido. Como era de esperar, quedaron muy impresionados y recibí muchas alabanzas, así como el título oficial para ejercer la ingeniería y mi nuevo apellido, cosas ambas que ahora podré lucir con orgullo delante de todos los demás miembros de nuestra sociedad. Y por supuesto, también podré dedicarme a mis abandonados estudios arcanos, bajo un nuevo enfoque, libre ya del estigma de la renuncia a la ingeniería que tuve en el pasado. Combinar magia y tecnología es una nueva puerta que se abre ante mí.

Ha sido un paso muy grande para esta pequeña gnoma, que de ahora en adelante se dedicará a la Tecnomancia bajo el nombre de Tholaya Tuercaprieta.

Tiempos extraños (Diario de Zareba)

La multitud se agolpaba alrededor de la mujer que hablaba con aire altivo en contra de la Corona. Para mi sorpresa, era una hembra draenei la que incitaba a la plebe a rebelarse contra el Rey, criticando abiertamente el gobierno de Waryan Wrynn en plena calle. Nunca hubiera imaginado que los draenei, a los cuales tenía por una raza noble y luminosa, se involucrasen en la política de los reinos humanos con tanto arraigo, mas los tiempos están cambiando últimamente y cada vez son más los hijos de draenor que han adoptados los usos y costumbres humanos en vez de retornar a su lejano hogar.

La rebelde permanecía tranquila, escoltada por un imponente elemental de roca, mientras seguía incitando a la sedición con proclamas incendiarias. Sin embargo, pronto tuvo que huir de allí a toda prisa pues una patrulla de la guardia, venida del cercano Centro de Mando, apareció al poco tiempo atraída por el escándalo y con la intención de capturarla y llevarla ante las autoridades. La sediciosa draenei lo debía tener todo previsto, pues logró escabullirse con ligereza por un callejón, mientras su pétrea escolta entretenía a los guardias.

Es curioso cómo se están poniendo las cosas en Ventormenta. Se acercan tiempos extraños, desde luego, cuando la población no es capaz de agradecer todo lo que se hace por mantener la paz dentro y fuera de las fronteras. Teniendo en cuenta que vivimos bajo la constante amenaza de la Horda de Garrosh el Orco, es una locura rebelarse contra aquellos cuya misión es la de proteger al reino.

Ya nadie se acuerda de la llegada del dragón a la ciudad y lo que ello supuso.

Temores en la oscuridad (Diario de Tholaya)

He descendido hasta las galerías más profundas, muy por debajo de las ruinas de nuestra querida ciudad. La oscuridad me envuelve por completo como un  negro y frío sudario, aunque para mí lo peor es el silencio reinante. Es un silencio ominoso y cruel, en el cual me siento pequeña y desvalida, abandonada a mis propios miedos.

El enervante silencio tan sólo es roto por el incesante goteo del agua que se cuela a través de fisuras en la roca y forma charcos en los puntos más bajos del terreno. Ni siquiera los Throggs u otras alimañas descienden tan abajo, así que, en principio,  supongo que debería sentirme tranquila.

Aun así, también hay quien cuenta historias acerca de antiquísimas criaturas que se arrastran por las entrañas del mundo desde su creación y que no han visto jamás la luz, seres tan antiguos como el mismo tejido del tiempo, cuya paz podría haber sido perturbada por indeseables visitantes de la superficie como yo.

(un momento, ¿qué ha sido ese ruido?)

No debo temer. No, si he llegado hasta aquí. Es hora de emprender el camino de vuelta. En mi poder tengo un trozo de mamparo abollado y carcomido por la humedad  y un puñado de remaches de las cámaras inferiores. Entregaré el fragmento a mis tutores para obtener con ello el reconocimiento delante de la sociedad y poder tener derecho a lucir mi apellido en público, pero los remaches me los guardaré. Serán para mí un tesoro de incalculable valor, un recuerdo del lugar al que pertenece nuestro pueblo y al que retornaremos algún día no muy lejano.

Una grata sorpresa (Diario de Zareba Báldrek)

El día hoy ha terminado de una manera imprevista y agradable.

Me encontraba regresando a casa desde la herrería cuando decidí dar un breve paseo por la ciudad para estirar un poco las piernas y respirar aire libre del humo de la forja. Iría hasta el parque, incluso hasta el puerto, dejando que la saludable brisa marina restituyese las energías perdidas en un largo día de trabajo junto al yunque.

Caminando por los canales de Ventormenta me encontré, casí tropecé con, dos personas a las que hacía mucho que no veía. Eran el comandante Dárcius y Gìlfor el enano, dos de las antiguas Espadas de Wrynn y ex-combatientes de la reformada y luego disuelta compañía de las Espadas. Me detuve totalmente sorprendida a saludarlos y entonces reparé en sus nuevos y relucientes uniformes. Tras unos minutos de animada conversación y mil y un saludos en medio de la calle, terminamos tomando una jarra de cerveza enana en "El Ermitaño Azul" o, como se llama ahora, "El Ermitaño Taciturno".

Así me enteré de que Gìlfor había iniciado su vida de civil con una tienda de artículos pirotécnicos, aunque sin mucho éxito y, lo más importante, que la compañía había sido llamada de nuevo a filas, bajo un nuevo comandante, del cual el señor Dárcius era subalterno. Tanto él como el enano estaban haciendo labores de reclutamiento por las calles con uniforme resplandeciente, tan distinto del que usarían en campaña. De nuevo volvían a sonar los tambores de guerra, en un movimiento a gran escala que incluía la presencia de numerosos colonos a fin de expandir la influencia territorial de Ventomenta en las regiones septentrionales.

Y de nuevo, una vez mas, me preguntaba si esa vida llena de privaciones y peligros no sería en realidad lo que le faltaba a la mía, tan bien acomodada en la capital. Puede que así fuera, mas de momento poco podía hacer, pues un pedido de herrajes con destino a Arroyo de la Luna esperaba ser terminado y entregado al cliente.

Fuera cual fuese mi decisión, tendría que esperar unos días hasta que se solucionasen los asuntos pendientes.

Rumbo a lo desconocido (Diario de Tholaya)

La excursión a las ruinas de Gnomeregan ha comenzado mejor de lo que esperaba. Tras mostrar a los guardianes de la puerta el permiso expedido por los atentos funcionarios en Forjaz y las once clausulas de exclusión de responsabilidades que tuve que firmar por triplicado, pude acceder a la zona controlada por nuestra infantería. Para mi sorpresa, no es muy profunda y , poco después, pueden verse las balizas de seguridad y los carteles de advertencia de que se está entrando en una zona peligrosa.

Y a partir de ahí, el silencio, roto tan sólo por los ocasionales alaridos y estruendos que hacen nuestros antiguos parientes, convertidos en desgraciadas criaturas debido a la radiación. Y los Throggs, por supuesto, los brutales invasores que nos obligaron a huir de aquí. Sus ecos resuenan en los abandonados túneles, provenientes de lo más profundo de la ciudad.

Debajo de aquel arco, está el último de nuestros guardias. Me avisará de que estoy entrando en una zona no recomendada pero me dejará pasar en cuanto vea mi permiso.

Luego, estaré sola.

Un día cualquiera (Diario de Zareba)

Un nuevo día amanece en Ventormenta y sus habitantes se disponen una vez más a realizar  sus rutinas diarias. Panaderos, toneleros y mercaderes abren sus negocios siguiendo las estrictas normas gremiales, mientras los ciudadanos corrientes se dedican a sus quehaceres matutinos. Hace algo de fresco, lo normal para esta época del año, claro, pero el clima ha sido bonancible en estos últimos meses.

Cierro la puerta a mis espaldas y echo la llave al enorme candado enano, que cruje y chirría como un demonio al hacerlo. "Debo comprar grasa de carreta. De hoy no pasa", me digo para mí misma mientras me guardo la enorme llave en el calzón.

Y como todas las mañanas, emprendo el camino a la herrería. Hoy tengo que hacer un pedido de clavos de herradura y unos atalajes. Mañana, quién sabe.

Un nuevo día comienza en la ciudad. Un día cualquiera...

Una cuestión de honor (Diario de Tholaya)

Una vez que hube demostrado que la capacidad innata para el antiguo arte gnómico de la mecánica también fluía por mis venas y que era capaz de vivir con ello, mis queridísimos familiares me dejaron salir de nuestra querida casa. Ahora por fin soy una gnoma libre ya que, aunque ciertamente podría haber intentado teleportarme de allí a cualquier otro lugar utilizando mis conocimientos arcanos, eso hubiera supuesto la inmediata expulsión del seno familiar y la deshonra para toda mi vida, que se me antoja será larga.



Ahora todo ha cambiado y puedo ir a donde me de la gana, siempre y cuando siga comportándome como un gnoma laboriosa y capaz de utilizar mi intelecto para el servicio de mi raza.

Pero antes debo terminar una tarea pendiente, una última prueba. Tengo que retornar a las ruinas de Gnomeregan, recuperar un fragmento de un mamparo de nuestra querida ciudad y traerlo a la superficie. Sólo así habré completado mi aprendizaje y podré ganarme el derecho a tener mi propio apellido, mi propio taller artesano y el reconocimiento comunitario. Es una cuestión de honor.