Una grata sorpresa (Diario de Zareba Báldrek)

El día hoy ha terminado de una manera imprevista y agradable.

Me encontraba regresando a casa desde la herrería cuando decidí dar un breve paseo por la ciudad para estirar un poco las piernas y respirar aire libre del humo de la forja. Iría hasta el parque, incluso hasta el puerto, dejando que la saludable brisa marina restituyese las energías perdidas en un largo día de trabajo junto al yunque.

Caminando por los canales de Ventormenta me encontré, casí tropecé con, dos personas a las que hacía mucho que no veía. Eran el comandante Dárcius y Gìlfor el enano, dos de las antiguas Espadas de Wrynn y ex-combatientes de la reformada y luego disuelta compañía de las Espadas. Me detuve totalmente sorprendida a saludarlos y entonces reparé en sus nuevos y relucientes uniformes. Tras unos minutos de animada conversación y mil y un saludos en medio de la calle, terminamos tomando una jarra de cerveza enana en "El Ermitaño Azul" o, como se llama ahora, "El Ermitaño Taciturno".

Así me enteré de que Gìlfor había iniciado su vida de civil con una tienda de artículos pirotécnicos, aunque sin mucho éxito y, lo más importante, que la compañía había sido llamada de nuevo a filas, bajo un nuevo comandante, del cual el señor Dárcius era subalterno. Tanto él como el enano estaban haciendo labores de reclutamiento por las calles con uniforme resplandeciente, tan distinto del que usarían en campaña. De nuevo volvían a sonar los tambores de guerra, en un movimiento a gran escala que incluía la presencia de numerosos colonos a fin de expandir la influencia territorial de Ventomenta en las regiones septentrionales.

Y de nuevo, una vez mas, me preguntaba si esa vida llena de privaciones y peligros no sería en realidad lo que le faltaba a la mía, tan bien acomodada en la capital. Puede que así fuera, mas de momento poco podía hacer, pues un pedido de herrajes con destino a Arroyo de la Luna esperaba ser terminado y entregado al cliente.

Fuera cual fuese mi decisión, tendría que esperar unos días hasta que se solucionasen los asuntos pendientes.

Rumbo a lo desconocido (Diario de Tholaya)

La excursión a las ruinas de Gnomeregan ha comenzado mejor de lo que esperaba. Tras mostrar a los guardianes de la puerta el permiso expedido por los atentos funcionarios en Forjaz y las once clausulas de exclusión de responsabilidades que tuve que firmar por triplicado, pude acceder a la zona controlada por nuestra infantería. Para mi sorpresa, no es muy profunda y , poco después, pueden verse las balizas de seguridad y los carteles de advertencia de que se está entrando en una zona peligrosa.

Y a partir de ahí, el silencio, roto tan sólo por los ocasionales alaridos y estruendos que hacen nuestros antiguos parientes, convertidos en desgraciadas criaturas debido a la radiación. Y los Throggs, por supuesto, los brutales invasores que nos obligaron a huir de aquí. Sus ecos resuenan en los abandonados túneles, provenientes de lo más profundo de la ciudad.

Debajo de aquel arco, está el último de nuestros guardias. Me avisará de que estoy entrando en una zona no recomendada pero me dejará pasar en cuanto vea mi permiso.

Luego, estaré sola.

Un día cualquiera (Diario de Zareba)

Un nuevo día amanece en Ventormenta y sus habitantes se disponen una vez más a realizar  sus rutinas diarias. Panaderos, toneleros y mercaderes abren sus negocios siguiendo las estrictas normas gremiales, mientras los ciudadanos corrientes se dedican a sus quehaceres matutinos. Hace algo de fresco, lo normal para esta época del año, claro, pero el clima ha sido bonancible en estos últimos meses.

Cierro la puerta a mis espaldas y echo la llave al enorme candado enano, que cruje y chirría como un demonio al hacerlo. "Debo comprar grasa de carreta. De hoy no pasa", me digo para mí misma mientras me guardo la enorme llave en el calzón.

Y como todas las mañanas, emprendo el camino a la herrería. Hoy tengo que hacer un pedido de clavos de herradura y unos atalajes. Mañana, quién sabe.

Un nuevo día comienza en la ciudad. Un día cualquiera...

Una cuestión de honor (Diario de Tholaya)

Una vez que hube demostrado que la capacidad innata para el antiguo arte gnómico de la mecánica también fluía por mis venas y que era capaz de vivir con ello, mis queridísimos familiares me dejaron salir de nuestra querida casa. Ahora por fin soy una gnoma libre ya que, aunque ciertamente podría haber intentado teleportarme de allí a cualquier otro lugar utilizando mis conocimientos arcanos, eso hubiera supuesto la inmediata expulsión del seno familiar y la deshonra para toda mi vida, que se me antoja será larga.



Ahora todo ha cambiado y puedo ir a donde me de la gana, siempre y cuando siga comportándome como un gnoma laboriosa y capaz de utilizar mi intelecto para el servicio de mi raza.

Pero antes debo terminar una tarea pendiente, una última prueba. Tengo que retornar a las ruinas de Gnomeregan, recuperar un fragmento de un mamparo de nuestra querida ciudad y traerlo a la superficie. Sólo así habré completado mi aprendizaje y podré ganarme el derecho a tener mi propio apellido, mi propio taller artesano y el reconocimiento comunitario. Es una cuestión de honor.