Un nuevo día amanece en Ventormenta y sus habitantes se disponen una vez más a realizar sus rutinas diarias. Panaderos, toneleros y mercaderes abren sus negocios siguiendo las estrictas normas gremiales, mientras los ciudadanos corrientes se dedican a sus quehaceres matutinos. Hace algo de fresco, lo normal para esta época del año, claro, pero el clima ha sido bonancible en estos últimos meses.
Cierro la puerta a mis espaldas y echo la llave al enorme candado enano, que cruje y chirría como un demonio al hacerlo. "Debo comprar grasa de carreta. De hoy no pasa", me digo para mí misma mientras me guardo la enorme llave en el calzón.
Y como todas las mañanas, emprendo el camino a la herrería. Hoy tengo que hacer un pedido de clavos de herradura y unos atalajes. Mañana, quién sabe.
Un nuevo día comienza en la ciudad. Un día cualquiera...
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